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martes, abril 30, 2024

viernes, abril 12, 2024

Borrego, en máxima cacería

 Pagan conservación con costosos permisos de cacería en Estados Unidos

RESERVA INDÍGENA ROCKY BOY, Montana Para la manada de borregos cimarrones, los acantilados rocosos eran un lugar seguro, con abundantes recovecos que se confunden con las rocas grises. Más abajo, el paisaje se desplegaba en un tablero liso de tierra ganadera que se extendía hacia el horizonte. La única amenaza aquí arriba sería para los corderos recién nacidos, susceptibles a que se los llevaran las águilas.

Agachado detrás de unas rocas la primavera del año pasado, Brendan Burns, de 38 años y con una creciente reputación como cazador de borregos y guía, se asomaba sobre la orilla. Los borregos cimarrones tienen sentidos agudos y cuando se asustan, se echan a correr. Pero los animales no se encontraban en casa. Entre el panorama a sus pies, Burns divisó un grupo de diminutos puntos en una pradera lejana. Los cuernos los delataban.

"No hay muchos círculos en la vida silvestre", murmuró Burns. "Cuando uno ve algo curvo-y como que brilla, porque tienen una especie de res- plandor- aprendes a detectarlos. Simplemente entrenas la vista para ello".

Hace 8 años, no había borregos aquí. Luego 21 corderas y cinco carneros jóvenes fueron trasplantados a la Reserva Rocky Boy de la Tribu Chippewa-Cree.

La manada rápidamente creció a cien, y 40 fueron reubicados en Dakota del Sur. Ha vuelto a superar los cien, y es probable que otros 40 sean trasplantados esta primavera, como parte de extensos intentos para volver a sembrar las poblaciones de borregos que son una fracción de lo que solían ser en el Oeste.

"Obviamente no hay coyotes alrededor, para que (los borregos) estén tan abajo y se sien- tan cómodos”, explicó Burns. "Éste es un día agradable para ser un borrego".

En este grupo, Burns contó 38 borregos, incluyendo 11 carneros. "El gris al centro es el más viejo", dijo. "Probablemente regresaremos y lo cazaremos en el otoño".

Un hombre de Michigan había pagado US$100 mil por la única oportunidad del año para cazar un borrego de la manada en la Reserva Rocky Boy. Burns lo llevó allí en octubre, y los hombres recorrieron el terreno empinado y rocoso durante días antes de lograr un tiro limpio. El carnero tenía 10 años, con una cicatriz en la frente, un ojo empañado y le faltaban varios dientes.

Sus enormes cuernos y unos 77 libras de carne fueron llevados de regreso a Michigan en un remolque. A cambio, la tribu Chippewa-Cree en Rocky Boy recibió los cien mil dólares, que fueron usados para financiar a dos guardabosques tribales.

Es una paradoja de la cacería, raras veces tan evidente como con el borrego cimarrón: los cazadores con frecuencia son los principales conservacionistas. En el 2013, un permiso en Montana se vendió en US$480 mil, un récord aún vigente. El resultado fue un enorme carnero, y cientos de miles de dólares que se destinaron al presupuesto del Departamento de Pesca, Vida Silvestre y Parques de Montana.
"En cuanto a que la caza de bo- rregos es un deporte de ricos, eso es totalmente cierto", dijo Vance Corrigan, de 84 años, que vive en Montana y es uno de los cazadores de caza mayor más consumados del mundo. "Pero si no fuera por los ricos, estos borregos no estarían ahí".

'Deporte de ricos'

En la convención de la Wild Sheep Foundation cada enero, permisos individuales de caza de diversos estados, provincias y reservas indí- genas son subastados a los mejores postores.

"La gente que paga US$300 mil por uno simplemente está pagando para recuperar 30 borregos a lugares que no han tenido borregos en cien años", dijo Corrigan.

Algunos han estimado que hubo millones de borregos cimarrones en América del Norte hace 200 años. Pero para los años 50, expulsados por la gente y diezmados por enfermedades, la población disminuyó a decenas de miles.

Los esfuerzos de conservación salvaron a los borregos y han expandido su territorio. Hoy hay casi 200 mil borregos cimarrones en América del Norte.

Por lo general, hay dos formas de cazar a esta especie. Una es la versión de la lotería -pagar unos cuantos dólares y hacer solicitud para una de las limitadas licencias que se sortean.

La segunda es gastar mucho dinero. Mientras que los residentes por lo regular pueden cazar borregos dentro de su propio estado, provincia o territorio, se exige que los no residentes contraten a un experto calificado en actividades al aire libre. Las leyes de la oferta y la de- manda elevan el precio de la caza del borrego cimarrón a entre 25 y US$50 mil en Estados Unidos. Las cacerías en México pueden alcanzar los cien mil dólares.

Unos cuantos ricos pagan más de eso. Pujan por permisos exclusivos que son subastados anualmente para recaudar dinero para estados, provincias y reservas indígenas, considerando su derrochador gasto como una donación de caridad, una deducción de impuestos y una oportunidad de capturar uno de los máximos trofeos de la cacería. Lo que no compran es un trofeo fácil.

"Hay que subir la montaña. Será mucho más difícil para el cuate rico y gordo", dijo Lance Kronberger, dueño de Freelance Outdoor Adventures en Alaska y guía de caza mayor de todo tipo. "Cualquiera puede matar un oso si se sienta en la playa o junto al río el tiempo suficiente. Podría llevar a un cuate en silla de ruedas y conseguirle un oso. Puedes ir y conseguir tu venado, tu alce. Pero no puedes hacer eso con el borrego cimarrón, Tienes que ir y cazarlo".

Subastas para permisos

Burns se encontraba sentado en un salón de baile en Reno, Nevada. Era un viernes de enero, y había unas mil personas sentadas en cien mesas redondas, y acababan de comer el único platillo ofrecido: filete.

En el escenario estaba un subas- tador. El siguiente artículo a subastarse, el Número 15, era el Permiso para el Borrego Cimarrón del Desierto de California.

Burns luce pocas señales de ser un cazador de clase mundial o un ejecutivo de KUIU, una compañia de rápido crecimiento de equipo y ropa de cacería. Mantenía su teléfono pegado a la oreja. La voz al otro lado era la de Jason Hairston, de 45 años y fundador de KUIU.

Hairston deseaba el permiso de California. Un año antes, fue el último en abandonar la puja.

La noche de la subasta era el día de la toma de posesión presencial y Hairston se encontraba en Washington en un baile inaugural. Le pasó el teléfono a su esposa, Kirstyn. Temerosa de que su esposo pudiera salirse y quedar decepcionado  de nuevo, la mujer quería hacer la puja a través de Burns.

El subastador abrió la puja en 100 mil dólares. Otros cuatro postores rápidamente elevaron la cantidad a US$135 mil. El precio cobró impulso hasta que sólo Burns y otro postor seguían elevando aún más el precio. Cuando Burns aceptó elevar la oferta a US$235 mil, no hubo respuesta. El permiso se va a la una, se va a las dos, vendido. Burns terminó la llamada.

"No hay garantías, dijo Hairston. "La caza de borregos empieza el l de noviembre".

Cace o no cace un carnero, el Departamento de Pesca y Vida Silvestre de California recibe el 95 por ciento del precio de la subasta -en este caso US$223 mil 250. Eso se destina a un presupuesto general de caza mayor de US$10 millones. El dinero paga a empleados específicos para borregos y esfuerzos de conservación, como inspecciones en helicóptero y capturas para realizar exámenes médicos a animales y monitorear su salud y sus movimientos.

En total, la subasta de 30 permisos en el curso de tres noches en Reno recauda unos US$3 millones cada año. La Wild Sheep Foundation añade dinero a ese total y, el año pasado, donó US$4.7 millones para los esfuerzos de conservación.

Pero tales esfuerzos han creado un dilema. Los números de borregos cimarrones están al alza, lo que lleva a algunos estados a elevar el número de permisos disponibles mediante las loterías. A su vez, más cazadores pueden elevar la competencia por carneros superiores, lo que puede reducir el precio de un permiso en una subasta, perjudicando así los presupuestos de los involucrados en la conservación.

Cacería memorable

En el 2012, un amigo envió a Burns una fotografía de un carnero que había visto en la zona Bob Marshall Wilderness, más de 400 mil hectáreas de bosque y granito. Burns convirtió a la foto en su screen saver y al carnero en su objetivo.

Burns ha ayudado en muchas cacerías, pero no podría darse el lujo de comprar un permiso en una subasta. Durante años, solicitó en vano permisos mediante el sistema de lotería.

Su nombre salió sorteado en el 2015.

Ese otoño, Burns pasó 22 días recorriendo el Bob, como se le conoce a la zona, cargando un arco y buscando a su borrego. Calcula que caminó unos 240 kilómetros.

Halló a su carnero el día 23. Llamó al amigo que divisó primero al carnero y le pidió que fuera. El amigo caminó 10 horas toda la noche para estar ahí.

Esa mañana, Burns se deslizó en silencio a su posición, buscando el ángulo correcto. Logró acercarse, pero la manada lo percibió con el olfato, se alejó y se volvió a asentar. Burns se colocó a unos 70 metros.

La flecha penetró al carnero por atrás de la espaldilla. Corrió unos 90 metros y cayó muerto. Burns y su amigo desollaron y limpiaron al animal. Empacaron casi 45 kilos de carne, unos 20 kilos de la cabeza y los cuernos, y toda la piel del borrego.

El carnero tenía 13 años y medio. Sus cuernos, medidos con una fórmula que combina la longitud y la masa, marcaron 189 5/8, que se cree que fue el carnero más grande abatido por un arco en América del Norte ese año. En la feria de la Wild Sheep Foundation en Reno, Burns ganó el premio para el "máximo borrego cimarrón en tiro con arco", proclamado en una gran hebilla de cinturón.

Unos meses después de la cacería, varios kilos de la carne del carnero ardían en el asador del patio trasero, y la cabeza y los enormes cuernos estaban en una mesa de trabajo en la cochera. Burns imaginaba que algún día la montaría, pero dijo que el premio era el recuerdo, no el trofeo.

"Fue la caza más grandiosa de mi vida", dijo. "Cada vez que lo veo sonrío".

Borrego, en máxima cacería

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