Cuando los padres de Regina Mayer se negaron a comprarle un caballo, la inventiva quinceañera no se enfurruñó ni se encerró en su cuarto. En cambio, recurrió a una vaca llamada Luna para hacer realidad sus sueños de amazona.
Horas de entrenamiento y toneladas de golosinas, ruegos y caricias obtuvieron resultados impresionantes: Regina no sólo cabalga durante horas por los campos pintorescos del sur de Alemania sino que hace saltar a Luna sobre una valla improvisada con cajones de cerveza y troncos pintados.
"Ella cree que es un caballo", dijo la rubia Regina recientemente, montada sobre la vaca blanca y café que pastaba impasiblemente.
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