Mayor tesoro submarino. Dos aviones Hércules de la Fuerza Aérea Española llevaron desde EEUU 21 toneladas de monedas de plata y oro recuperadas del fondo del mar por la empresa Odyssey
Marine Exploration en mayo de 2007.
Doscientos años después de que un barco inglés hundiese a cañonazos, la fragata Nuestra Señora de las Mercedes, las 595 mil monedas de plata y oro llegaron a España tras una larga batalla legal con la compañía estadounidense Odyssey.
La historia del Nuestra Señora de Las Mercedes tenía todos los elementos para ocupar muchas páginas en los libros de historia. El hundimiento de la fragata en la batalla del cabo de Santa María, el 5 de octubre de 1804, tras un cañonazo de los barcos ingleses significó el fin de la paz entre España y Reino Unido y la mecha que acabaría por explotar toda la pólvora de Trafalgar un año después. Pero no ha sido ese hecho histórico lo que la ha sacado de los archivos y las crónicas militares, sino el tesoro que llevaba el barco en sus tripas.
Doscientos años después de naufragar, La Mercedes ha resurgido del fondo del océano para concluir la misión de su viaje. Las 595 mil monedas de plata y oro han llegado esta semana a España para cambiar para siempre la arqueología submarina y las leyes que protegen el patrimonio de los países perdido en los naufragios.
Vayamos al principio, o mejor, unos días después, a la mañana del 20 de octubre de 1804, cuando el jefe de la escuadra, débil y amarillo por las fiebres y con tres cuartos de vida en el mar, redacta el parte del desastre ocurrido el 5 de octubre. Don José de Bustamante y Guerra tiene entonces 45 años y se encuentra en el camarote de la fragata La Medea, atracada en el puerto de Plymouth, bajo la custodia de los ingleses.
Acaba de arbolarse la bandera de cuarentena en todas las fragatas que participaron en el combate, incluidas las inglesas, y el general se entera por una gaceta de Londres que el número de muertos es mayor de lo que él pensaba. Así que coge la pluma y escribe los detalles del ataque inglés con la intención de despejar las posibles dudas que pudieran tener sus mandos sobre su buen hacer en el combate. "En esta ocasión como en cuantas me han ocurrido en 34 años que tengo la honra de servir a S.M. he procurado siempre proceder en todo con aquella actividad, celo y amor del real servicio que es propio de hombres de honor".
LA BATALLA
Bustamante tenía a su cargo una división de cuatro fragatas: La Medea, en la que él viajaba, La Fama, La Clara y La Mercedes. Su misión era llevarlas a Cádiz con los "caudales y frutos" de Lima y Buenos Aires. Habían salido el 9 de agosto de Montevideo (Uruguay) y el viaje había transcurrido sin más problemas que las "calenturas epidémicas", que habían dejado mermada a la tripulación. El 5 de octubre, cuando Bustamante tenía enfrente el cabo de Santa María y estaba pensando en llegar al día siguiente a Cádiz, aparecen cuatro fragatas inglesas a lo lejos. Las noticias que han llegado de otros barcos que Bustamante se ha encontrado a su paso confirman que España sigue siendo neutral en la guerra que enfrenta a Inglaterra y Francia, pero por si acaso, el militar ordena zafarrancho y coloca a las fragatas en línea de combate con la mura a babor. Los ingleses se acercan y se colocan también en línea abarloándose con cada una de las españolas. El comodoro Graham Moore, a bordo de La Indefatigable, envía un bote con un oficial y un traductor para comunicar sus intenciones: retener las embarcaciones, llevarlas a puerto inglés y quedarse con todo el cargamento. Bustamante consulta con la oficialidad y de su boca sale la única respuesta posible: "Defender con honor las armas de Su Majestad en caso de ser atacado". Antes de que el bote regrese con el mensaje, se oye el primer cañonazo. Minutos después, se produce un estallido a la popa de La Medea. Es La Mercedes, que ha saltado por los aires. Mueren 249 personas. El mar se traga el barco y miles de monedas de plata y oro.
EL HALLAZGO
Dos siglos después, el metal vuelve a brillar. Las luces de un robot de 6,3 toneladas llamado Zeus iluminan las monedas esparcidas por el fondo a 1.100 metros de profundidad, 100 millas al oeste de Gibraltar frente a las costas del Algarve (Portugal). La máquina es dirigida desde la sala de operaciones del Odyssey Explorer, el buque insignia de la empresa estadounidense Odyssey Marine Exploration, una compañía con sede en Tampa (Florida), fundada en 1994 y especializada en la búsqueda de pecios submarinos. Es finales de marzo de 2007 y muy pocos saben que el Explorer se encuentra esos días sobre el yacimiento de La Mercedes."¿Eso de ahí son monedas? ¡Sí, lo son, son monedas!", exclaman los arqueólogos de la empresa.
Incluso en el fondo del mar se percibe perfectamente la gran nariz de Carlos IV en los reales de a ocho. Las monedas son españolas.
Unos días después Greg Stemm viaja a Gibraltar y desde allí embarca en el Explorer para ver in situ el yacimiento. El cofundador de Odyssey y jefe de la compañía es un tipo alto, de unos cincuenta y tantos años, pelo y barba gris y sonrisa holywoodiense. Cuando fundó la empresa trató de alejarla de la imagen que se tenía de los míticos cazatesoros, tipos como Mel Fisher, el viejo millonario que lucía doblones al cuello.
Stemm vende arqueología, rechaza el término cazatesoros y en general se asemeja más a uno de esos empresarios norteamericanos que parecen estar convencidos de que todo o casi todo es posible. Aún así no duda en levantar la ceja y poner pose de pirata cuando lo cree conveniente. Sabe que esa imagen irrita a muchos "académicos que nunca han encontrado nada", según sus propias palabras, y que, en cambio, atrae a mucha gente hacia la mística de la piratería y el oro.
"Hay algo impresionante con el oro. No importa quién seas, qué edad tengas o lo que hagas, hay algo en el oro, especialmente cuando la luz del sol lo ilumina", dice días después en la cubierta del Explorer mientras sostiene un real de a ocho.
La mayor parte del cargamento se saca en abril y mayo. Es en ese mes cuando un Boeing 757 sale en secreto desde Gibraltar con 17 toneladas de plata y oro. Los cubos con las monedas ocupan todos los asientos de la aeronave. Días después, Odyssey anuncia el hallazgo. No se dice mucho. Sólo que se trata de un tesoro de la época colonial, encontrado en un lugar indeterminado del océano Atlántico. Stemm utiliza el nombre en clave de Black Swan (Cisne Negro) para hablar del descubrimiento. Acaba de leer la obra de Nassim Nicholas Taleb y ha quedado fascinado por ese concepto teórico. Un cisne negro viene a ser una metáfora de un descubrimiento sorprendente, de gran impacto y de dimensiones impredecibles. Es así. El tesoro está a punto de cambiar la historia de la arqueología subacuática. Aunque no exactamente en el sentido que espera Stemm.
DEMANDA JUDICIAL
Al poco tiempo, España inició una demanda contra Odissey, argumentando que el tesoro le pertenecía. Después de cuatro años de litigio, la Corte Judicial de Tampa, Florida, sentencia que Odissey debía devolver el tesoro a España.
En un operativo inusual, dos aviones Hércules transportaron el 24 de febrero el tesoro desde EEUU hasta España. A su llegada más de 60 medios de comunicación cubrieron el evento.
Las más de 60 cajas plásticas que contenían las monedas y el resto de los objetos fueron trasladados por el Gobierno español a un lugar desconocido.
Ahora, España baraja la posibilidad de enviar en depósito una pequeña parte de las monedas extraídas de La Mercedes a museos de América Latina y Estados Unidos por dos razones distintas.
La cesión a Estados Unidos sería una señal de agradecimiento por el apoyo dado por las instituciones a la reivindicación española frente a la empresa de cazatesoros Odyssey.
En el caso de los países latinoamericanos se trata de poner de relieve la histórica relación entre España y el continente. Todas las monedas que viajaban en la fragata hundida en 1804 por el cañonazo de un barco inglés habían sido acuñadas en localidades que hoy pertenecen a Perú, Chile y Bolivia.
CRONOLOGÍA DEL CASO ODISSEY
El 5 de octubre de 1804 Nuestra Señora de las Mercedes se hundió frente a la costa del Algarve (Portugal) tras ser volada por la flota inglesa. Con el hundimiento de la fragata de guerra española, el mar se tragó las monedas -además de otros valiosos artículos- y a las 249 personas que iban a bordo.
Documentos del Archivo de Indias reflejan que la mayoría del oro y la plata pertenecía a la fortuna personal de mercaderes. Sólo 253.606 pesos pertene-cían a la Corona española.
Doscientos años después de la batalla, en mayo de 2007, la compañía estadounidense Odyssey anunciaba el hallazgo de unas 600 mil monedas de oro y plata y los restos de un buque hundido. 21 toneladas de un tesoro incalculable.
España sospechó que era el tesoro de una fragata española y empezó entonces un largo proceso judicial reclamando sus derechos sobre las monedas.
El 31 de enero, los jueces de Atlanta (Estados Unidos) del caso desestimaron el recurso de la compañía con el que trataba de suspender la última sentencia del mismo tribunal que obligaba a Odyssey a devolver las monedas.
Pago custodia
Odyssey presentó esta semana una moción en un tribunal de Florida (EEUU) en la que pide que España les reembolse unos 412 mil dólares, en concepto de custodia del tesoro de más de 500 mil monedas de plata y oro que entregó al Estado español.
En la moción, la empresa de exploración submarina pide que España "contribuya" con los gastos de la "custodia legis" en que incurrió la empresa de exploración submarina como "custodio substituto".
Señala el documento que fue este mismo tribunal el que nombró a Odyssey como "custodio substituto del barco hundido y de los objetos recuperados hasta nueva orden" y que esta compañía, con sede en Tampa, "recuperó el cargamento de las profundidades del Atlántico a expensas suyas".
LAS RAZONES DE ODISSEY
"En virtud de los fallos en este caso -prosigue la demanda- la realidad es que la recuperación (del tesoro) fue para beneficio de España", aunque la defensa española apuntó en una reciente moción que el tesoro "fue retirado del fondo del mar del Atlántico y transportado (a EEUU) sin autorización". A juicio del Estado español, "Odyssey debe ser responsable de los costes razonables de su devolución a España".
La demanda presentada por la compañía estadounidense apunta que, como "custodia legis", ha desembolsado ya unos 227 mil dólares a Numismatic Guaranty Corporation (NGC), la empresa encargada por Odyssey de la "conservación del cargo" de monedas y otras piezas valorado en más de 500 millones de dólares.
La empresa numismática fue la encargada por Odyssey para el tratamiento y mantenimiento de las monedas y piezas custodiadas en algún lugar secreto de Tampa.
Se debe todavía unos 185 mil dólares y "el total de gastos pagados o por pagar en concepto de “custodia legis”, a fecha de 3 de noviembre de 2011, es de 412.814 dólares".
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