Ciudades de México homenaje a los muertos
Festival de las calaveras
La tradición mexicana dice que los muertos visitan a sus familiares vivos el 2 de noviembre, y, lejos de la sobriedad española, el día en México es motivo de alegría. Las calaveras toman la calle en Aguascalientes en un desfile donde predomina el colorido de los disfraces mientras que en la ciudad sinaloense de Los Mochis se va también al cementerio pero con una actitud festiva, música y cerveza incluidas. Mezcla de cultura prehispánica y religión católica, se pueden recorrer caminos iluminados con velas para indicar el trayecto a los difuntos. O ver altares y flores que se combinan con adornos de papel colorido, la cruz vestida y cuencos con agua para las almas sedientas.
Tras su peregrinaje desde el Mictlán -el más allá según su creencia- el banquete de bienvenida es indispensable. Los platillos tradicionales y los favoritos de los fallecidos adornan las mesas de los hogares para deleite de los vivos.
El dulce del pan de muerto, las calaveras de azúcar y las fotos del familiar finado son algunas pinceladas extra para hacerse una idea de este evento referente en la cultura indígena que fue declarado por la Unesco Patrimonio Intangible de la Humanidad.
FESTIVAL DE LAS CALAVERAS
Situada en la región centro-norte de México, la ciudad de Aguascalientes es cuna de cultura y folclore. Una de sus costumbres es el Festival de Calaveras (www.festivaldecalaveras.com.mx), del 28 de octubre al 6 de noviembre. Exhibición de las recetas más variadas de pan de muerto, muestras artesanales, rutas por las callejuelas y sus leyendas en Aguascalientes, noches musicales, fiesta de disfraces, procesión de las ánimas bajo el lema Calaveras en bailongo y hasta un ciclo de cine de miedo. Para satisfacer toda la curiosidad por las manifestaciones populares y artísticas referentes al fin de la vida, en Aguascalientes está el museo nacional de la muerte que le rinde homenaje.
Creado gracias a la colección del maestro grabador Octavio Bajonero Gil que ha dedicado cerca de cincuenta años de su vida a la exploración e investigación sobre este tema.
MÚSICA EN EL CEMENTERIO
Es un día para estar contentos y no para llorarle al muerto. Y aunque el cementerio como escenario de celebración es común a la celebración católica, en la ciudad de Los Mochis (Sinaloa), al noroeste de México, se visita el camposanto con una actitud bien diferente. Las familias se congregan en torno a las tumbas y se llevan, además de flores, bocadillos, tacos y, para combatir el calor, refrescos, agua y hasta ¡cervezas!
La comida se comparte entre los vecinos y, una vez ambientados por tomar tantas rubias, alguien completa la escena poniendo música en el camposanto con un reproductor o en vivo con guitarra y acordeón incluido. Se cantan las canciones favoritas de los familiares fallecidos, por supuesto.
Por la tarde es común reunirse para comer un caldo típico de la región como el pozole, a base de granos de maíz con carne de cerdo o pollo.
ENTRE 400 PÉTALOS
A 420 kilómetros de la Ciudad de México se encuentra la ciudad de San Luis Potosí, un pueblo fantasma perdido entre áridas montañas de vegetación desértica o majestuosas construcciones barrocas y neoclásicas. Pero su costumbre de venerar a los difuntos también tiene una particular visión que resulta atractiva para los viajeros. Los hogares se cubren con arcos de colores y pasear por las calles descubre una imagen que se repite de una portada a otra. Predomina el naranja que aportan las flores cempasúchil (o flor de 400 pétalos), combinada con el morado del olotillo.
En los pueblos de la Huasteca Potosina -enclavada en medio de la Sierra Madre- es costumbre hacer un arco dentro de la casa y otro fuera. El exterior, más pequeño, sirve para honrar las almas de los que murieron violentamente, una guía para las ánimas que no saben muy bien dónde deben ir.
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