La Real Academia de las Ciencias sueca distinguió ayer con el Nobel de Física a tres astrónomos que revolucionaron las ideas sobre el universo al descubrir que éste se expande de forma acelerada al contrario de lo que se pensaba.
Este hallazgo fue presentado a la vez en 1998 por dos equipos científicos: uno, encabezado por el estadounidense Saul Perlmutter; mientras que su compatriota Brian P. Schmidt lideraba el otro, en el que el también estadounidense Adam G. Riess desempeñó un papel destacado.
Perlmutter se llevará la mitad del premio de 10 millones de coronas suecas (1,1 millones de euros o 1,5 millones de dólares), mientras que sus dos colegas se repartirán la otra.
Partiendo de la teoría de la relatividad de Einstein, distintos astrónomos demostraron mediante observaciones realizadas en la década de 1920 que el universo estaba en expansión, lo que más tarde se concretó en la teoría del Big Bang, que explica el origen del cosmos a partir de una gran explosión.
La aparición de telescopios más sofisticados a principios de la década de 1990, así como de ordenadores más potentes y de nuevos sensores digitales de imagen abrieron la posibilidad de desvelar más detalles sobre el enigma del universo.
Perlmutter fue el primero en poner en marcha un equipo de investigación en 1988 en la Universidad de California, el Supernova Cosmology Project; mientras que Schmidt, de origen australiano, hizo lo propio seis años después en la de Harvard con el High-z Supernova Search Team.
Los dos equipos emprendieron entonces una carrera para tratar de demostrar lo que los astrónomos creían entonces, que la expansión del universo se estaba ralentizando. Para ello decidieron localizar las más distantes supernovas -estrellas en explosión-, y en concreto, usaron las del tipo "Ia", resultado de la explosión de una enana blanca, una estrella que ya ha completado su ciclo de vida y que es tan pesada como el Sol pero tan pequeña como la Tierra.
Los astrónomos de ambos equipos comenzaron a peinar el universo en busca de supernovas distantes, usando como táctica la comparación de dos imágenes de un mismo trozo del espacio, tomadas en un plazo de tres semanas, ya que las explosiones de estas estrellas, aunque violentas, son breves.
Luego comparaban las dos imágenes en busca de algún punto de luz que pudiera ser un signo de una supernova en una galaxia lejana.
La falta de fiabilidad de las supernovas "Ia", las interferencias en la luz provocadas por el polvo cósmico y el arduo trabajo de encontrar el tipo adecuado de estrellas, medir su brillo y analizar su curva de luz exigió una ingente labor e involucró a un gran número de científicos. Pero, al final ambos equipos lograron encontrar medio centenar de supernovas válidas para la investigación, aunque el resultado fue distinto al esperado: su luz era más débil, signo de que estaban siendo transportadas más y más lejos; es decir, la expansión del universo no se estaba ralentizando, sino acelerando.
Y esa aceleración se cree que es provocada por la energía oscura, que en el origen del universo representaba apenas una pequeña parte y que ahora constituye más del 70 por ciento del mismo, si bien continúa siendo un enigma para la ciencia.
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