Existe una discusión en Sucre sobre si es o no pertinente cambiar su escudo, el escudo del Gobierno Autónomo Municipal de Sucre, poniendo elementos más actuales. Los que apoyan esta idea dicen que el actual escudo es muy realista (que apoya al rey) y desactualizado, porque tiene, entre otras cosas, una corona que representa al rey y los cerros Sumac Orcko y Porco que actualmente pertenecen a Potosí.
Una de las propuestas surgidas a raíz de la discusión de las cartas orgánicas es incorporar al nuevo escudo los cerros Sica Sica y Churuquella, la campana de la libertad, un dinosaurio, el retrato de Juana Azurduy y el de la Casa de la Libertad. El tema no está definido y tal vez sea un referéndum el que decida si se cambia o no el escudo.
Si hay argumentos para cambiar los escudos ¿será posible que existan razones para cambiar las letras de nuestros himnos? Digo esto porque mis hijas me preguntaron, refiriéndose al himno de La Paz, que significa “paceño blasón”, “ínclito valor”, “con timbres de que ufana”, “pendón”, “hollar sus fueros”. Me costó trabajo explicarles esos términos porque tampoco los sabía.
Oraciones complicadas
Revisando otros himnos, me encontré con varias de esas oraciones que sólo en la república podrían entenderse, y sólo por los poetas más sabidos.
“A la luz sonrosada de Oriente que acaricia tu sien virginal'”.
“' y en el cielo dibújase el “Iris” que cobija su dulce heredad” (Chuquisaca).
“' ya su solio por siempre fijo”.
“Sus timbres preclaros blasona” (Cochabamba).
“'De su veste ostentando el primor'”.
“' Del mundo galano'” (Santa Cruz).
Si el uso de ese lenguaje tan rebuscado podría explicarse porque los himnos fueron compuestos a inicios de la república, es menos comprensible que el más moderno de nuestros himnos, el de El Alto, creado en 1988, tenga todavía expresiones tan anticuadas como:
“Surge El Alto tenaz”, “Ciudadanos cantad este himno de amor”, “un hito de gloria con loas de amor”, “por El Alto feraz”.
Y eso que el compositor de este himno fue el mismo que compuso “Chapaco soy” y “Chicharrón de corazón”.
Antiguos pero buenos
El que sea antiguo no quiere decir que necesariamente sea malo. El himno más antiguo, el Wilhelmus, del Siglo XVI, de Holanda narra que el príncipe Guillermo permanecerá fiel a su país hasta la muerte y le ruega a Dios que le dé fuerzas para vencer a la tiranía.
La Marsellesa, el himno nacional de Francia que fue escrito en 1792, tiene como virtud una escritura no tan florida como se podría esperar de esos años. En forma de relato llama a defender a la patria de las tropas extranjeras.
“¡Temblad, tiranos, y también vosotros, pérfidos,/
Oprobio de todos los partidos!/
¡Temblad! Vuestros actos parricidas/
van al fin a recibir su castigo. (bis)/
Todos son soldados para combatiros/
Si perecen nuestros héroes,/
Francia produce otros nuevos/
siempre dispuestos a luchar contra vosotros”./
Importa el sentimiento
Sin embargo, estoy entrando a un tema que no me compete, pues la importancia de los himnos no pasa por la coherencia o la belleza de las palabras, sino que valen por el sentimiento que despiertan sus notas musicales. Y eso lo saben muy bien nuestros compatriotas que lloran en el exterior cuando escuchan nuestro himno nacional o el de su departamento.
Por esas razones creo que será más factible cambiar el escudo de armas de Sucre, o de cualquier otro municipio de Bolivia, que intentar por lo menos modificar cualquiera de nuestros himnos departamentales.
Desde niños nos enseñaron a respetar los himnos y eso ingresa tan dentro de nuestro consciente e inconsciente, que más de una vez la sola interpretación de un himno puede cambiar el ambiente belicoso de cualquier reunión. Conozco a algunos políticos muy sabidos, que siempre tenían el himno nacional o el de La Paz bajo el as de la manga.
“Bolivianos el hado propicio
coronó nuestros votos y anhelo'”
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