El último frente de batalla de Toru Hashimoto, el joven alcalde populista y nacionalista de Osaka, Japón apunta a los empleados municipales y sus tatuajes, que les pueden costar incluso el despido.
Hashimoto, una estrella naciente de la política nipona, ya ganó una pulseada contra los docentes por su rechazo a levantarse temprano y cantar el Kimigayo (himno nacional japonés). También se negó al relanzamiento de las plantas nucleares. Y ahora protesta contra “el aire indisciplinado de quien pensaba poder hacer cualquier cosa: quien quiere mantener los tatuajes, es mejor que vaya a trabajar para empresas privadas”.
En otros términos, sin borrar el tatuaje no queda más camino que el despido: “Comprendo el tatuaje como moda -dijo- pero no es aceptable para los empleados municipales”.
El alcalde de la tercera ciudad más grande de Japón ilustró los datos provisorios de un sondeo realizado entre 33.500 empleados, quitando los docentes. De allí surgió que 110 tienen señales en el cuerpo: 98 de ellos -entre los cuales 78 “operadores ecológicos”, o barrenderos- tienen tatuajes visibles en partes como brazos, cabeza, piernas y cuello.
El pasado 1 de mayo, Hashimoto dio instrucciones precisas a toda la estructura comunal, definiendo como “no apropiado el trabajo con ropa que haga visibles los tatuajes” y pidió a todos que completaran un formulario sobre el tema. En la hoja, se veía la silueta de una persona -delantera y trasera- y se pedía señalar “con precisión” número, tamaño y lugar exacto “de las imágenes” reproducidas en la piel.
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