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jueves, abril 05, 2012

Ante la tercera generación de terroristas

Mohammed Merah era el ejemplo perfecto del islamista radical que provoca sudores fríos en la espalda a los servicios de contraterrorismo occidentales: determinado, entrenado, residente legal en Europa o Estados Unidos y, sobre todo, que opera solo. Esos individuos, llamados "terroristas de tercera generación", son objeto de todos los esfuerzos de reclutamiento y propaganda de Al-Qaeda desde hace unos años.

De los espectaculares ataques del 11 de Septiembre la organización pasó a una nueva estrategia de "do it yourself" ("hazlo solo" o, mejor aún, "actúa solo"). Ese método requiere menos entrenamiento y planificación. Sin embargo, a juzgar por el resultado y las reacciones provocadas por la mortal aventura de Merah en Francia, la nueva política integrista parece dar escasos resultados.

En junio de 2011, As Sahab, responsable de la producción audiovisual de Al-Qaeda, publicó el video "Eres el único responsable de ti mismo", en el que alentaba a sus simpatizantes a cometer atentados y actos terroristas individuales en Occidente.

En la grabación, el vocero de Al-Qaeda Adam Gadahn (nacido en Estados Unidos) decía que era muy fácil para los seguidores norteamericanos de la organización ir a una exposición de armas y comprar un rifle automático de asalto sin tener que someterse a una investigación de antecedentes.

En los últimos tiempos, el brazo yemenita de Al-Qaeda ha hecho esfuerzos particulares en alentar actos aislados de terrorismo. Su publicación en inglés Inspire tiene una sección dedicada a ayudar a sus simpatizantes en Occidente a llevar a cabo ataques.

De estos esfuerzos nació la llamada "tercera generación" de jihadistas, que se sitúa en el terreno de la lucha global en nombre del Islam.

La primera generación estaba identificada con la guerra de Afganistán contra los soviéticos. La segunda reconocía como inspirador a Osama bin Laden, como los terroristas que cometieron los atentados del 11 de Septiembre en Nueva York, y en Londres y en Madrid. Desde hace unos años, apareció esta tercera generación, marcada por el individualismo.

Esos individuos tienen escasa formación en campos de entrenamiento, con frecuencia se autoperfeccionan, no reciben órdenes de un comando central y tampoco se integran a una red o una célula, como sucedía en los años 80 o 90. Después, si el atentado funciona, hacen la reivindicación en nombre de Al-Qaeda.

Esa nueva generación de terroristas no es numerosa. Pero se trata de la franja más radical y arcaica del jihadismo, obsesionada por ciertas cuestiones: la intervención occidental en Afganistán y la cuestión palestina.

Con frecuencia se trata de gente en busca de identidad, que recibió los rudimentos de una formación religiosa o política en Afganistán, Paquistán o Yemen. Son, en consecuencia, individuos menos formados que sus predecesores, pues -después de la muerte de Ben Laden en 2011- Al-Qaeda se ha desestructurado y sus campos de entrenamiento no son ni la sombra de lo que solían ser.

El ejemplo de Merah podría ser un caso de escuela. Sus ataques tuvieron todas las características que podrían confirmar los peores temores de los servicios de inteligencia occidentales. Sin embargo, los expertos en terrorismo hacen un balance diferente de la siniestra aventura de ese joven fanático francés de 23 años.

Pero el islamismo radical -señalan los especialistas- ha perdido parte de su atractivo desde que comenzó la "primavera árabe" y se produjo la caída de varios regímenes corruptos. Ese cambio frente a la realidad mundial afectó profunda y positivamente a la comunidad musulmana en general, que ha dejado de ver en la jihad (guerra santa) la única solución para resolver la miseria y la opresión.

El problema -para Al-Qaeda- reside en que esos nuevos terroristas son frecuentemente nacidos en países occidentales, donde residen. En cierta forma son "terroristas nacionales", que atacan a "la madre patria". En un mundo donde las poblaciones de origen extranjero hacen cada vez más esfuerzos de integración, esas acciones sólo pueden ser percibidas como negativas.

"Lo vimos en Francia, donde las acciones de Merah provocaron el rechazo y la indignación de sus connacionales de la misma confesión -explica el politólogo francés Gilles Kepel, experto del mundo árabe-. Esas reacciones confirmaron mis sospechas de que la nueva estrategia de Al-Qaeda será un absoluto fracaso."

De ladrón a Mujahidín

Mohammed Merah, el asesino de Toulouse y Montauban, que en diez días dio muerte a siete personas en tres ataques diferentes, era un delincuente común para las autoridades francesas. Sin embargo, el joven de 23 años, de madre argelina, confesó ser, en realidad, un terrorista de Al-Qaeda cuyo objetivo era "poner a Francia de rodillas".

Nacido en Toulouse, en el sur de Francia, Merah estaba desempleado, aunque había trabajado hasta hace un par de meses en un taller mecánico. El joven, que había sido acusado de delitos menores, como conducir sin licencia y robos, "parecía un joven educado, cortés y flexible, no daba la impresión de que pudiera radicalizarse", dijo su abogado, Christian Etelin, que lo defendió durante varios años.

Sin embargo, según relató el ministro del Interior francés, Claude Guéant, Merah se relacionaba con personas que adhieren al salafismo, una corriente ortodoxa del islam, y había "realizado un viaje a Afganistán y otro a Paquistán", entre 2010 y 2011. Anteriormente, en diciembre de 2007, había sido detenido por las fuerzas de seguridad afganas por fabricar explosivos en Kandahar, bastión de los talibanes.

Por el hecho, fue condenado a tres años de prisión, pero logró escapar de la cárcel meses después en una huida masiva de un millar de presos, entre ellos unos 400 talibanes.

Según el diario Le Monde, Merah fue entrenado por talibanes paquistaníes antes de haber sido enviado a luchar contra las tropas de la OTAN en Afganistán.

De acuerdo con el ministro del Interior francés, Merah estaba vigilado "desde hace varios años" por la DCRI (Dirección Central de la Inteligencia Interior) y sus agentes de Toulouse.

Mohammed no era el único salafista de la familia Merah. Según se supo, uno de sus cuatro hermanos, Adelkader, también tenía ideas radicales y en su auto la policía halló varios explosivos. Ahora está detenido junto a otros hermanos. De todos modos, Mohammed insistió en que actuó solo cuando atacó la escuela judía de Toulouse y mató a tres niños y un profesor.

"Fue para vengar la muerte de niños palestinos", dijo.

Mohammed había intentado sin éxito incorporarse dos veces al ejército francés. Primero trató de enrolarse en 2008 y dos años después quiso hacerlo en la Legión Extranjera. La primera vez no lo aceptaron por sus antecedentes judiciales y la segunda abandonó el proceso antes de pasar las pruebas de selección.

El joven, que medía 1,70 metros y era bastante flaco, no llamaba mucho la atención en su barrio. Sus amigos contaron que era aficionado al fútbol, que le gustaba salir a bailar y que llevaba una vida "normal".

Un vecino que vive en el mismo edificio que Merah, describió al presunto asesino como un "barbudo discreto", que no había hecho nada llamativo hasta ahora. Otros, sin embargo, señalaron que les había alarmado verlo rezar en el medio de una cancha de fútbol.

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