Nacido en Los Ángeles de madre china y padre brasileño (de Porto Alegre, sur), Moshe Kai ya sumaba y restaba a los cuatro años. En ese momento, sus progenitores idearon un intenso plan educativo para que su pequeño se destacara en matemáticas, música, artes marciales y lectura. Y el posterior rechazo de varias escuelas —que lo consideraban una distracción para los demás niños— llevó a Shu Chen Chien y a Joseph Cavalin a educarlo en casa. Allí se formó con el trabajo intenso, la carencia de televisión y el uso de videojuegos solamente educativos.
Ganó campeonatos internacionales de artes marciales, sacó un certificado de buceo y se inscribió en la universidad a los ocho años, donde se lució con el mejor promedio. “Trabajo duro, planifico con anticipación y logro mis metas”, explica el joven, que recuerda todos sus regalos de cumpleaños y cita la película de Pixar Wall-E como su preferida. “Los estudiantes tenemos que aprovechar todas las oportunidades de aprender que tenemos. Cuando éstas pasen, ya no las tendremos otra vez. Pregúntenle a cualquier anciano sabio”, escribe en su libro.
Pero Moshe Kai, a pesar de sus logros intelectuales, no luce en persona como un adulto en miniatura. Tiene la timidez y el humor ingenuo de un joven de 14 años, aunque con respuestas mucho más agudas que las de la mayoría de sus pares.
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